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AutoPesquisa

> ¿Dónde se hace esta auto-pesquisa?
> En el Parque Temaikén, caminando entre las cacatúas, los teros y los tucanes...
> ¿Y si fuese de noche?
> En algún bodegón frente al mar o cerca de las montañas, con una copa de malbec, en lo posible con mucho paso por barrica... Ah! y unos ricos quesos...
> ¿El sentido de esta vida?
> Compartirla enamorado, sin eso el resto tiene poco sentido...
> ¿Así de simple?
> Ojalá fuese simple... Un analizante me decía hace mucho que soy un analista romantiquero: Gracias. Sin poesía la vida es gris. Sin el arte la vida es gris. Pero sólo con el arte no alcanza. Que alguien te espere, que alguien te extrañe, esperar a alguien hasta alguna hora tardía para contarlo todo -o casi todo-, tomar un vino mientras los cuerpos se acarician, y ni hablar llegar al sexo en estas condiciones... no es tan simple... Hay una asíntota entre lo verbal y lo sexual... La pulsión empuja. El narcisismo empuja. Nos enamoramos por narcisismo y nos divorciamos por narcisismo... El lenguaje une y separa... Nada simple. Para amar hay que poner al otro adelante, y ¿cómo el sujeto va a aceptar de buenas a primera, que el otro la tiene más larga? Eso es justamente el problema narcisístico por excelencia. El sujeto por lo general se ama más a sí mismo que al otro. Por no decir, siempre. Por no decir que, en última, "utiliza" al otro como un artilugio para que ese amor a sí mismo no sea tan patético. Por supuesto es digno de la cultura que los sujetos nos utilicemos amándonos y no en la guerra; pero bue...
> ¿Y la salud no es más importante que el amor?
> Como dijo Bergman: uno se enferma cuando no es feliz....
> ¿Por qué el psicoanálisis critica tanto al cognitivismo y al conductivismo?
> Porque las cuestiones que nos separan son estructurales, epistémicas... Se trata de la concepción que alguien pueda tener sobre conceptos cómo síntoma, pulsión o sujeto. De todos modos lo que a mi me parece súper tierno es cómo la permeabilidad de la gente, su inocencia, su entrega al Otro, puede ocasionar que lleguen a ese tipo de terapias: que lleguen a pensar que un diploma autoriza a un profesional a decirle cómo se puede ser feliz o a hacerles firmar un contrato garantizándoles la resolución del conflicto en plazo y forma... Bueno, la religión, el chamanismo, la brujería, tiene también su lado poético. El psicoanálisis no deja de ser una estafa -como la definió Lacan- en el sentido que el significante engaña y por eso la histérica pudo concentrar su síntoma en un cuerpo enfermo cargado de palabras; o el obsesivo, de pensamientos; o el fóbico, de evitaciones; o el psicótico, de delirios... Digo: no me asombra que un sujeto haga transferencia con quien su fantasma lo permita; lo que me asombra es cierta cosa naif cuando el sujeto accede a ciertas terapias que enuncian a cielo abierto la fórmula del éxito o del bienestar... Si a eso le agregamos la variable tiempo, es lógico que el cognitivismo tenga sus adeptos, neurología mediante que también conviene a los laboratorios... Es obvio que si me dan a elegir entre dos pastillas para la felicidad, una que hace efecto inmediato y otra a diez años, eligo la primera... De todos modos prefiero pensar que la felicidad es un estado de ánimo y que depende de variables transitorias que se acomodan permanentemente y luchan contra algo que ningún metódo, excepto el freudiano, investigó y trabajó: el goce. El sujeto vino a este mundo a gozar... el problema es que -como dijo Lacan- el goce empieza con la cosquilla y termina en la parrilla...
> ¿Pero quizás el psicoanálisis no es para todos, no?
> Lo mismo sucede con cualquier tipo de cosas... Quienes critian -desde otras corrientes- al psicoanálisis en general dicen que es largo y no apunta al núcleo. Primero pecan de una ignorancia total puesto que evidentemente desconocen que cientos de cientos de analistas trabajan con pacientes en plena crisis (de hecho en los hospitales -y el Borda tiene un servicio especial también- la mayoría de los colegas son analistas y trabajan todo el tiempo con pacientes agudos). Segundo porque creen que al "núcleo" del problema se lo puede apuntalar como si fuese un grano a extirpar con un bisturí; sin entender que es sólo el iceberg de la cuestión. Freud ha inventado un metódo que pretende, lejos de apaciguar, inducir una neurosis que ha bautizado como "de transferencia" y que con Lacan sabemos que va de la mano de la histerización del discurso. Esto, conjuntamente con la modificación ética del modo de goce que mortifica al sujeto, conlleva a que pensemos que para nosotros el síntoma no es una mala palabra: el YO no es más que un síntoma, está estructurado como un síntoma, y en definitiva el conductivismo -que esto obviamente no lo entiende- lo engorda, lo vitaminiza, mientras que nosotros proponemos (no voy a decir escindirlo, pero estoy tentado) inclinar el espejo en el que el sujeto está capturado. Incluso, maniobra transferencial mediante, a veces hasta buscamos que el analizante padezca de cierta "humillación yoica" que lo invite a reflexionar sobre el falicentrismo que está operando en su modo de enlazarse al otro. Lacan decía que no hay sujeto sin culpa: bien, en la otra punta del goce está el deseo. Y cuando hablamos de sujeto hablamos de deseo: el sujeto se manifiesta en la hiancia, en el vacío que motoriza el deseo. Esto es claro que no cursa sin la angustia respectiva: por eso esa "humillación", esa culpa, van de la mano del deseo y de la angustia. Cuando el sujeto está a pleno goce, siente -igual que un niño o igual que cuando sueña- que todo está permitido, que es el falo intocable de ese Otro que lo construyó. Bien: el análisis invita a tomar distancia de esa posición infantil, a hacerse Padre de ese Hijo, y considera que el narcisismo es la causa del padecimiento que lo obtura. Sabemos que sin el YO no se podría vivir; pero -como siempre decimos- demasiado EGO termina enfermando.
> ¿Estamos diciendo entonces que la gente se enferma a causa de su narcisismo?
> Absolutamente, siempre. Cuando su neurosis no le permite acceder al goce esperado, cuando se impotentiza, cuando sus deseos se ven frustrados, cuando no puede aceptar la Ley, el sujeto cae enfermo. La culpa -toda culpa remite ipso facto al fantasma de incesto y parricidio- va de la mano de la impotencia. El sujeto enferma cuando se impotentiza. La enfermedad como tal tiene otros vericuetos: es una demanda al Otro, tiene el beneficio del que ya hablaba Freud de ser cuidado o mimado, etc. Pero el sujeto se enferma siempre por su narcisismo: por eso la frase de Bergman viene a cuento: uno se enferma cuando no es feliz. ¿Y adivinen cuándo no es feliz el sujeto? ¿Fácil no?: cuando su narcisismo toca un tope y no puede alcanzar sus ideales, hacer lo que desea. Cuando se enfrenta con el no-poder (ser el falo). Cuando advierte que no es TodoPoderoso... El capitalismo lleva a que los artilugios que utiliza el sujeto para el engaño narcisístico sean cada vez más numerosos: ya no hay sólo coches de cien mil dólares; sino aviones privados o cosméticos o cirujías estéticas: siempre el imaginario está en juego: narcisismo quiere decir imagen. Amor a sí mismo quiere decir: amo mi imagen tal cual creo que el Otro me ve, amandóme asi: siendo su falito. Si uno no acepta que ser el falo todo el tiempo es imposible (y aparte agotador!), tampoco acepta que la Madre es propiedad de otro Hombre: del Padre. Es decir: no acepta que instalarse en la cultura va de la mano de algo que está prohibido: el incesto. Es decir, no acepta el corte, no acepta la Ley.
> ¿Suena como que el análisis lleva a colocar al sujeto ante una Ley castratoria, represiva?
> Efectivamente es así. Y sólo quienes se analizan pueden entenderlo... porque la gente en general cree que el análisis hace que el sujeto despilfarre goce por doquier... Si bien es cierto que un sujeto analizado comienza a escuchar su deseo de otro modo; el análisis siempre va a apuntar a acotar el goce; y para eso es necesario la castración del narcisismo. Obviamente, habilitando otros goces menos mortíferos, ya que nadie -como siempre decimos- deja un goce por nada. Pero no es lo mismo la pulsión oral fumándome cien cigarrillos por día, que dando una charla o interpretando música. Los cantantes saben bien cuando la pulsión oral pasa de la cosquilla a la parrila: la disfonía o los dolores de garganta que padecen a veces hablan de que el guante de la pulsión se ha dado vuelta y ha comenzado un tour en contra del sujeto. Ahi se juega obviamente el fantasma masoquista -culpa mediante- que siempre intentará abastecerse de goce. Por eso Freud descubre que al sujeto no le es fácil ir hacia el camino del placer; en ese camino encuentra la barrera del goce. Se desvía. La función del análisis ronda en torno a ese desvío... No nos tiene que asustar escuchar que, en definitiva, el analista debe operar con la Ley, reprimiendo... ¿No ha enunciado acaso Freud que las histéricas SUFREN de reminiscencias? Reminiscencias son Recuerdos. Por lo tanto sufren de recuerdos. Por lo tanto -como alguna vez lo expresó Roberto Harari- la función del analista es que el analizante pueda olvidar, no recordar. Y olvidar es reprimir.
> ¿Y por qué una persona después de un tiempo en análisis siente que puede canalizar su deseo de otro modo, se siente como "más realizado"?
> Justamente; porque ha descubierto que la Ley no es una mala palabra. Que siempre se pierde algo para ganar algo. Porque acepta que para encontrarse con su deseo deberá resignar algo de su goce. Y como todo goce es narcisístico, el análisis conlleva a que el sujeto se pueda enlazar al otro aceptando las fallas. Por eso amar no es fácil: a pesar de que es un mecanismo con base narcisística, para amar hay que poner al otro adelante. Y eso muchas veces es mortal: como ya dijimos, ¿cómo el otro va a ser más importante que yo? ¿Cómo la va a tener más larga que yo? Cuando el ser humano acepta que puede ser feliz teniéndola más corta, creo que acepta también que el deseo decidido es posible; no es una resignación: es una aceptación del deseo en el sentido más pleno. El deseo nos toma: ese es el problema. Queremos ser más fuertes que el deseo. La soberbia humana (que Lacan lo definió de tantas maneras, como cuando dijo que vamos de la insuficiencia a la anticipación) nos hace creer que lo podemos todo: hasta dominar nuestro deseo. Eso es quizás el mayor pecado de las terapias conductuales. El psicoanálisis intentará que el analizante escuche su deseo y que comprenda que el goce narcisístico lo pone sordo de ambas orejas. Y no sólo los ejemplos son en relación al amorosa... Un paciente puede dudar años para cambiar de trabajo o de coche porque no puede aceptar que algo hay que perder para ganar otra cosa. Cuando las modificaciones se producen rápido o sin pensarlo demasiado, es ya porque el sujeto hizo su fórmula mental y consideró que la ganancia es superior a la pérdida.
> ¿Para qué va un sujeto a analizarse?
> Estrictamente hablando: para que el otro lo ame... y hablando -siempre de sí mismo- llega a encontrarse con ese Ideal (representado por el analista) que lo ama sesión tras sesión. Que lo ama a pesar de ser un neurótico que sólo habla de sí mismo, que lo ama a pesar de los pesares... Hasta que, muchas veces, ya no lo ama: porque ni siquiera el del analista es un amor incondicional. Eso está sólo en el fantasma del niño fálico. El oficio de analista es un oficio peculiar: trabajamos muchas horas por año con la misma persona; cuando tomamos en análisis a un sujeto, tenemos que tener claro, también nos podemos equivocar obvio, si estamos dispuestos a escucharlo porque consideramos que su condición de buena-gente lo exime de todos sus síntomas. El verdulero, el médico, el arquitecto, no se pregunta si su cliente o su paciente es un buen tipo. Nosotros tenemos esos dilemas éticos. Yo no podría analizar a un canalla. A un tipo que cuenta sesión tra sesión cómo manipula a otros o cómo libra permanentemente cheques sin fondos o que me cuente sus hazañas cuando abre el impermeable y muestra su pene a chicos en una plaza. Por otro lado, si el sujeto no fuese al analista para ser amado; ¿Cómo podría soportar años y años de análisis, con un analista dando palos y palos para bajar su narcisismo? Lo soporta justamente por narcisismo: por amor a sí mismo. Porque sabe reconocer que aunque lo ame, lo invita a reflexionar sobre su posición de goce. De paso, comienza a verificar cambios en su manera de estar-en-el-mundo. Y de paso, el analista lee e inscribe sobre el trazo del real del sujeto, letra. Y de esa letra, de esa inscripción, un borde simbólico nuevo aparece: Lacan decía que el final de análisis es que el sujeto encuentre un nuevo significante que lo represente. No siempre, creo, es así: puede encontrarlo y seguir en análisis mucho tiempo; pero si lo encuentra, ya es bastante. No es lo mismo que un paciente al comienzo enuncie: "Soy médico y no soy feliz porque quiero ser actor"; que al final pueda decir: "Soy actor y por eso renuncié a la medicina."
> ¿Freud?
> Un tipo que se animó a enunciar ante sus colegas por qué un cuerpo es un cuerpo sólo si es HABLADO, y por lo tanto por qué toda enfermedad es cultural, es decir: del lenguaje.
> ¿Lacan?
> Freud.

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